Edgar fue abofeteado hasta quedar atónito.
Cubriéndose la cara ardiente de dolor, no podía creerlo.
Nunca en su vida alguien se había atrevido a abofetearlo así.
Por un momento, ni siquiera pudo reaccionar.
En cuanto a Yolanda y los demás, también estaban perplejos y asombrados.
¿Alguien se atrevió a golpear al primogénito directo de la familia García? ¿Este tipo es demasiado audaz, verdad?
—¿Te atreves a golpearme?
Recuperándose, la expresión de Edgar se volvió instantáneamente sombría.
Esos ojos, como si quisieran devorar a alguien.
—¿Y qué si te golpeé? Hablas con insolencia, ¿no mereces un golpe? —dijo Pedro con indiferencia.
—¡Inconsciente! ¡Acaben con él! —gritó Edgar con furia.
—¡Sí!
Varios guardaespaldas sacaron porras y se lanzaron hacia Pedro.
Pedro, con una patada para cada uno, los derribó al suelo en un instante.
Simple y brutal.
—¿Qué?
La expresión de Edgar cambió, retrocediendo varios pasos.
Las personas que había traído eran élites bien entrenados de la familia García.