Al patear la puerta, las luces dentro de la habitación estallaron de repente.
Un aura fría y sofocante cubrió instantáneamente todo el espacio.
—¿Quién es? ¿Quién demonios se atreve a arruinar mi momento?
Francisco giró bruscamente, su rostro desenmascarando una furia salvaje. Debido a la oscuridad repentina, aún no podía ver claramente quién había llegado.
—¡Francisco, estás buscando tu muerte! —Una voz tan fría como el hielo se acercó lentamente.
A la luz de un rayo de luna que entraba por la ventana, Francisco finalmente pudo ver quién era. ¡Era Pedro!
—¡Así que eres tú, mocoso!
Francisco cambió de expresión y rápidamente abrió la mesita de noche para sacar una pistola, espetando:
—¡Maldito perro! Has arruinado mis planes una y otra vez. ¡No he venido a buscarte todavía y ahora te presentas tú mismo!
—¡Pedro, vete, vete rápido! No te preocupes por mí... —Leticia gritó con debilidad.
Cuando vio a Pedro por primera vez, pensó que había sido rescatada. Sin embargo, nunca imaginó que Fr