—¿Él lo sabe? —Inquirió desesperada—. ¿Lancaster lo sabe? —repitió la pregunta, y Claire asintió—. Por Dios… ese hombre… ese hombre es capaz de matarte a ti, a tu hermano. —Los labios de la duquesa viuda comenzaron a temblar.—Él solo dijo que dejaría de lado su resentimiento hacia nuestra familia por el amor que siente por mí. —Su madre la miró sin creerle—. ¡Siempre lo supo, madre! —Claire comenzó a llorar—. Se acercó a mí para vengarse por lo que sucedió con su hermana.—Claire… —susurró su madre, dolida por el evidente sufrimiento que experimentaba su hija—. No te lo dijimos porque…—¿Para que no me sintiera mal? ¿O para no empañar la imagen de Finnley?—Hija, las cosas no son como crees; tu hermano se enamoró…—Eso no justifica sus actos.—No puedes juzgarlo; era tu hermano.—Ustedes despreciaban a Arthur por el error que cometió Finnley. ¡Ustedes sí lo juzgaron a él sin que tuviera nada que ver con el asunto! —le reprochó—. Pusieron miles de excusas para que no me casara con él
«¿Sería madre? ¿Tendría un hijo de Arthur?»Por instinto, se llevó las manos al vientre y no pudo contener las lágrimas. Pensó que permaneciendo en Londres no volvería a tener ningún contacto con el duque, y que, resolviendo el malentendido, sus lazos se cortarían para siempre; sin embargo, todo se complicaba cada vez más, porque ya no se trataba solo de ella y más que nunca debía resolver el asunto. Se secó las lágrimas y suspiró. Tenía que alimentarse bien para que su bebé creciera sano y fuerte como su padre.Al terminar su sopa, recibió las instrucciones del médico que Amalia se encargó de memorizar. Más tarde, regresó a Lancaster House y se encontró con un Essex impaciente por partir.—Lo lamento, milord, pero tuve un imprevisto —explicó, y miró extrañada a la mujer que estaba escondida tras él—. ¿Quién es?—Es la respuesta a todas nuestras incógnitas, excelencia —respondió con satisfacción—. Es la antigua doncella de lady Susan, Maggie —informó.Claire no pudo estar más feliz de
—Todo fue un malentendido… —susurró devastado—. El bastardo de Lyngate convino todos los hechos de acuerdo a su conveniencia… ¿Por qué?—Mi hermano mantenía una relación con su esposa, y lord Essex y yo suponemos que quiso desquitarse con él a través de usted —explicó Claire.—Con tu fama de salvaje, seguramente creyó que matarías a Devon con tus propias manos —bromeó Thomas—. No se imaginó que utilizarías otros métodos más… tentadores. —Miró a Claire, y ella se ruborizó.—Yo… —Arthur se puso de pie, y Essex apremió a Maggie a que saliera del despacho—. Te debo una disculpa, Claire, por todo, y, sobre todo, por esa horrible mañana —susurró refiriéndose al momento en que le reveló la verdad—. Estaba enfadado, furioso conmigo mismo por haber perdido el control de las cosas. Sé que piensas que hubiera sido mejor callar y seguir como si nada con nuestro matrimonio, pero no hubiera podido verte a la cara si no te explicaba lo que había hecho y aclaraba mis motivos.»Estos días aquí, sin ti
Haven House2 meses después…Era momento de casarse nuevamente, pero esa vez en los jardines de Haven House, con el resplandeciente cielo como testigo.—¿Estás lista? —inquirió Serena, quien había ido desde Devonshire para acompañarla luego de que ella le narrara toda su historia con Lancaster en confidencia.—Más que nunca —respondió, tomando el brazo de Charles para hacer el recorrido nupcial de hierbas, que la llevaría hasta su endemoniado duque.—Estás preciosa, querida —su hermano le procuró un casto beso en la frente—. Espero que seas muy feliz y lamento mucho lo que sucedió… solo quería protegerte —le aclaró emotivo.—Lo que ocurrió, queda en el pasado. Solo quiero disfrutar de mi presente y planificar mi futuro al lado del hombre que amo.Charles afirmó y comenzaron a andar hasta el pequeño altar improvisado con un arco de flores, donde el párroco de la zona y Arthur, la esperaban.Había escogido un vestido sencillo de seda color crema, que se adaptaba a su nueva figura y caía
Thomas Cromwell, conde de Essex, no tenía en mente a otra candidata para esposa más que a lady Susan Wellesley, hermana de su mejor amigo. Sin embargo, el terrible accidente que acabó con la vida de la dama, y la revelación de los sentimientos que ella le guardaba a otro caballero, lo hicieron tomar la decisión de alejarse de Inglaterra para sanar su corazón roto y olvidar aquel desafortunado incidente.Instalado en Boston, su vida pareció tomar al fin rumbo y el dolor de su pasado se mitigó al comprender que el resentimiento solo lo estancaría en una vida llena de amarguras. No obstante, también se hizo a la idea de no volver a considerar la posibilidad de contraer nupcias.Permaneciendo en América, aquella loca idea de que un conde no contrajera matrimonio para continuar con su linaje, era posible. Sin embargo, un percance lo obliga a regresar a Londres donde, inevitablemente, se convierte en blanco de las madres con hijas en edad casadera.Las cosas comienzan a salirse de control,
Boston, 1817Aquella fría mañana de otoño, Anabelle Madison subía volando las escaleras hacia la puerta principal de la gran residencia ubicada sobre una de las calles más lujosas de la ciudad. A base de astucia, se había hecho con una copia de llave y tan rápido como subió los escalones, ingresó al vestíbulo, mientras reprimía una risa de satisfacción. El mayordomo la observó con los ojos abiertos, pero, ante la tácita amenaza que le propinó con la mirada, solo se dignó a acompañarla hasta el pie de la escalera que conducía a las habitaciones.La dama de veintidós años era una aristócrata americana feliz y despreocupada, que ocupaba su tiempo libre importunando al caballero que residía en la mansión donde estaba irrumpiendo sin permiso. Era asombrosamente bella; una dama pelirroja de enormes ojos azules y piel muy blanca que durante toda su vida había atraído las miradas de todo el mundo, aunque no le había dado importancia a ninguna persona en particular, hasta que conoció a lord Th
Anabelle emitió un largo suspiro, recobrando la compostura que casi perdió al oírle mencionar a su madre. Sonrió.—Tengo una llave —reveló sin ápice de remordimiento—. Y el servicio me conoce desde pequeña, nadie osaría impedirme entrar. —Se encogió de hombros.Essex abrió los ojos de par en par.—¿Qué tiene una llave de mi casa? ¿Con qué derecho? —Con el derecho de que esta casa, es propiedad de mi padre, conde —respondió con descaro, cruzándose de brazos.—Pues debo recordarle que a su padre le pago renta, y tenemos un acuerdo escrito que, al parecer, tendré que dar por concluido hoy mismo. —Thomas respiró hondo para no ser descortés y, con aplomo dijo—: Si es tan amable de esperar en el salón, me vestiré y bajaré junto a usted. Beberemos el té y tendremos una importante conversación…—¿Otra conversación seria y aburrida? —cuestionó ella y Thomas afirmó con la cabeza—. Prefiero el café. Si deberé tolerar nuevamente una explicación de esa magnitud, tendré que beber café para no qued
Se volteó y se encontró con la mirada celeste del conde que parecía atormentado.—Siéntese para que se lo explique.—No necesito que me explique que ha estado riéndose a costa de mis sentimientos. ¡Por supuesto! La americana tonta y caprichosa, ¿qué podría gustarle de mí, además del dinero y las conexiones de mi padre? —reprochó dolida, con los ojos brillosos.Estaba furiosa porque llevaba todo un año perdiendo su tiempo con un hombre que no le decía que sí, pero tampoco que no.—Anabelle —insistió Thomas—. Siéntese y le explicaré lo que no me dejó terminar de decirle. Por favor.La dama, más por curiosidad que ganas de escucharlo hablar de otra mujer, accedió y regresó al sitio que había ocupado segundos atrás. Se preguntaba cómo sería la dama que había logrado lo que ella no.Por su parte, Thomas se sentía frustrado consigo mismo. Había perdonado a Susan, pues no era culpa suya después de todo; a nadie se le podía obligar a amar y el compromiso entre ella y él, lo había concretado c