Esa misma noche luego de que Ana Cristina atendiera y estabilizara al pequeño Mateo quien padecía infección intestinal todos regresaban a casa. Ángel estaba al pendiente de sus pequeños. María pensativa caminaba a paso lento con las manos en los bolsillos de su saco, suspiró profundo al recordar todo lo que sucedía, estaba a punto de ingresar al contenedor en el que vivía, cuando divisó a su nieto, sentado esperándola.
—¡Nachito! —exclamó la señora.
—¡Abuelita! —expresó el niño con emoción y corrió a abrazarla.
—¡Mi chamaquito! Pensé que no te volvería a ver...— dijo ella, con lágrimas en los ojos, besando las mejillas de su nieto. —¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste?
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