Capitulo IV. Acuerdos
Cipriano Mangolini.
La chica escurridiza creyó que se podría deshacer de mi tan fácilmente con ese tipo de actuación, lo que ella no sabía es que vine preparado para todo, necesito hacer que venga conmigo y que sea mi esposa por contrato, lo deberá hacer por las buenas o por las malas, de todas formas ella tiene una gran deuda que debe ser saldada.
Nunca he sido un hombre que le guste obligar a las mujeres a estar a mi lado pero está ovación lo requiere y es un contrato donde ambos saldremos beneficiados.
Así que por eso me encuentro pidiéndole matrimonio a ella aunque apenas la conozco, he escuchado decir que a las mujeres le gustan este tipo de cosas.
La veo allí parada sin saber que hacer, sé que no se lo esperaba. La tomo del brazo sentandola en mi regazo, la saco del Bibliocafé y todos se conmueven y aplauden al unísono.
Cuando salimos de allí debemos esperar el auto, mi asistente personal va en busca de la furgoneta estacionando a un lado de la calle, me subo con ella aún sentada