Capítulo 2

Capítulo 2

Santiago 

Era cierto, que ella es una mujer muy hermosa, de muy buen ver y unos ojos verdes, que me gustaron desde que irrumpió como una tromba en mi oficina, pero no me iba a casar, ni con ella, ni con nadie.

–Lo único de todo lo que has dicho y que es lo verdaderamente importante, es que Julieta es mi hija – Declaré – Así que, como mi hija que es, me comprometo a hacerme cargo de ella y a pedir una prueba de ADN para probar mi paternidad y entonces, pelear por la custodia de mi hija. Me puedo encargar de ella solo, no te necesito. 

–No se trata de que me necesites o no, Santiago – Me rebatió – Simplemente, yo estoy aquí para hacer las cosas bien, por el bien de Julieta y nada más por eso. Yo no me quiero casar tampoco contigo, más si eso se necesita para el bienestar de la niña, lo tendré que hacer.

–Que, sacrificada, que hasta me estás conmoviendo Helena. Seguramente, ya te informaste de quién soy y el casarte conmigo, por el bien de una niña, que no es tuya, te viene como anillo al dedo, pues de no ser nadie, pasarías a ser la esposa, de uno de los ingenieros más importantes no solo en Playa del Carmen, sino también en México. Tú, definitivamente pecas de generosa.

Ella estaba enojada y lo podía ver en la forma en la que sus pupilas se dilataban al mirarme, pero ni hablar. 

Había conocido a muchas mujeres como ella y si no me pudieron hacer caer con ellas, Helena tampoco lo iba a lograr. 

De eso estaba seguro.

–Mira Santiago, ha quedado claro que ni tú te quieres casar conmigo, ni yo me quiero casar contigo. En fin, yo me las ingeniaré para criarla yo sola.

De repente se levantó e intentó marcharse. 

–No tienes la solvencia para hacerlo o no estarías aquí, forzando un matrimonio, con el pretexto de mi hija – La miré con coraje – Eres como muchas tantas mujeres, que se quiere colgar de la primera oportunidad buena que se le presenta.

Helena, se encontraba muy enojada, me pude dar cuenta, porque sus pupilas se habían dilatado desde mi primer comentario, insinuando que era una cazafortunas y yo no me equivocaba.

Conocía muy bien a ese tipo de mujeres, solo veían el signo de pesos cuando tenían una posibilidad, de atrapar a un buen pez gordo.

–No es así, no me conoces y no tengo por qué darte ningún tipo de explicación, solo necesita saber que yo tengo mi propio negocio y por eso, que Karla me dejó como tutora legal de su hija, asegurándose de su bienestar, en caso de que su padre, tú, no quisieras cumplir con esto, justo como está pasando.

Solté una carcajada desdeñosa y di un paso hacia ella acorralando a esa mujer. 

Estaba alarmada pero se obligó a mantener la calma, el bebé que tenía en brazos parecía a punto de despertarse y se apresuró a calmarlo dándole suaves palmaditas en la espalda y escondiéndose muy sutilmente fuera de mis brazos.

–Suponiendo que tengas razón en todo, lo cual no estoy seguro. Yo tengo más derechos sobre mi hija, soy el padre biológico y tú, solo eres la tutora legal y te aseguro, que haré lo que sea para llevar esto a la corte y quedarme con la custodia de mi hija y, es más, no dejaré que salgas de aquí con ella.

Helena me miraba, con cierta molestia, pero sintiéndolo mucho.

–No pelearé más contigo Santiago – Ella sacó una tarjeta – Ese es el lugar en el que puedes encontrarme, cuando hayas pensado bien las cosas. No te quito más tu tiempo, buenas tardes.

Helena se estaba perfilando para salir de la oficina con mi hija, ella no sabía en qué lío se estaba metiendo.

Se había venido a meter a la boca del lobo, de aquí no salía hasta que pudiéramos llegar a algún acuerdo.

No se podía escapar con mi hija para después chantajearme, hasta lograr su objetivo.

–No te vas a ir a ningún lado con mi hija, Helena, no lo pienso permitir – Le bloqueé el paso – No sé si, porque no te saldrás con la tuya de casarnos, desaparezcas con todo y mi hija.

Se detuvo y me miró de arriba abajo, como yo lo había hecho con ella, pero ella me miraba con bastante hastío, como si ya se hubiera cansado de esta situación, que a mí también me había parecido insostenible, pero no la iba a dejar que se saliera con la suya.

– ¿Entonces? Dime tú Santiago ¿A qué solución vamos a llegar? Sé que tú no confías en mí y yo mucho menos confío en ti, y que no nos queremos casar, pero yo lo haría por el bien de Julieta, aquí la pregunta más bien es para ti ¿Lo harías tú? Por la seguridad y el bienestar de esta preciosa niña, que es tu hija, yo la amo como si fuera mía.

Fue entonces cuando la pequeña abrió los ojos de repente y mi corazón dejó de latir al mirar aquellos ojos, que eran iguales a los míos.

Julieta se parece a mí, excepto por el tono de pelo, que es un poco más oscuro, pero es la niña más adorable que he visto. 

– ¿Me dejarías tomarla en brazos?

Helena lo pensó y vi la duda en su rostro, pero tenía que cargar a mi hija, estiré los brazos para cargarla, pero no me dio tiempo de tomarla en brazos porque Julieta, soltó un grito de terror.

– ¿Qué pasó, mi amor, qué ocurre?

La bebé ocultó su cabeza en el cuello de Helena y empezó a llorar. 

No sabía qué había ocurrido, ni siquiera había llegado a tocarla, me daba la impresión, de que no le gusto a mi hija, pues era la primera vez que me veía y así eran los niños, estaban acostumbrados a ver a personas en su entorno que conocían, yo era un extraño para ella.

–Al parecer no le agrado a mi hija.

Helena le acariciaba la espalda a Julieta y esta empezó a sollozar, como si le hubiera pasado algo.

Me conmovió la forma en que ella consolaba a Julieta, quisiera tenerla en mis brazos y poder lograr que ella se calmara y dejara de llorar de esa manera, lloraba con mucho sentimiento.

–Ya preciosa, no te va a hacer nada, es tu papá, – Helena me miró – déjala que se tranquilice un poco, es que no está acostumbrada a los hombres, cuando no estoy en casa, la cuida mi asistente, solo cuando algo ocurre en la tienda y necesitan de mi presencia, no me gusta sacarla mucho a la calle.

–Casémonos – Tomaré el riesgo, ella iba a cuidar muy bien a mi hija.

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