Y se lanza hacia mí.
Qué ineficiente comunicador resultó ser este idiota.
Y, como siempre… ¿qué culpa tiene la madre de uno que la traen a todas las conversaciones?
Antes de que avance dos metros, Estefan ya lo tiene sujeto y lo está golpeando. Se ve tranquilo, casi relajado… hasta que tiene un saco de box en frente. Supongo que es su forma de descargar la energía negativa que acumula en la semana.
Lo dejo disfrutar un rato antes de interrogarlo de nuevo. Necesito saber qué quiso decir con lo de los perros… y si hay más neófitos estúpidos rondando esta zona.
Tendremos que limpiar este desastre.
En medio de esos pensamientos, me golpea de nuevo ese aroma.
Intenso. Cercano.
Instintivamente, cierro los ojos para disfrutarlo… y ¡pum!
Solo siento el primer impacto.
¿Una emboscada? Tal vez.
Retrocedo tres metros y caigo de rodillas.
Y antes de poder incorporarme…
recibo el segundo golpe.
¡Mierda!
Dos golpes en fracción de segundo. Todo por ese maldito aroma… por solo una persona. Wow.
La