Seguramente, si salen, el responsable también lo hará.
Y podré identificarlo.
Considero la idea de dar aviso de una amenaza de bomba.
Una evacuación inmediata los sacaría a todos a la calle. Problema resuelto.
Estoy a punto de marcar el número de emergencia cuando mi teléfono se ilumina con una llamada entrante.
Contesto, de mal humor:
"Hola."
La voz al otro lado es como una puñalada en el estómago:
"Casi, mi vida, he vuelto… y estoy en tu casa. Para mi sorpresa, no te encuentro aquí."
Mi mala suerte no puede ser peor.
"Estoy ocupada con un asunto. Pero ya estoy camino a casa", miento, mientras apago la idea de la bomba y enciendo el vehículo para regresar.
"Ya sé dónde estás. No podrás escapar de mí. Mañana volveré y te estaré esperando. Luego, eliminaré el problema de raíz y voy a colgar tus manos una semana de trofeo."
Lo susurro para mí misma.
Después de algunas palabras más con Isabela, la llamada se corta.
Un nudo se forma en mi estómago.
Mi búsqueda tendrá que esperar.
Al