UGPEM. CAPÍTULO 89. ¡Elije!Para el coronel Alcott, Max estaba muerta y bien muerta. Su mano derecha, Priscila, le había dicho que así era, le había entregado aquella fotografía, así que no solo él, sino tanto ella como Travis parecían muy sorprendidos.—¡¿Qué diablos es esto?! —rugió Alcott mientras los miraba y Priscila negó desesperada.—¡Estaba muerta...! ¡Te juro que la matamos! —exclamó la mujer, sabiendo lo peligroso que era fallarle al coronel.—Yo la dejé en un basurero —replicó Travis y Alcott no tuvo más opción que priorizar.Estaba allí por Liam Grissom y sus ochocientos millones, pero saber que Max estaba viva era otro asunto, uno que tenía que resolver lo más pronto posible. Le dio una orden a sus hombres y muy pronto Max era puesta de rodillas con las manos atadas a la espalda con unas esposas plásticas, porque obviamente ella era que consideraban más peligrosa.Liam apretó los labios mientras ponían un arma contra su nuca y la mujer extendía los brazos para quitarle al
UGPEM. CAPÍTULO 90. Te enviaré sus pedazos uno a unoLiam sentía aquella opresión insoportable en su pecho, pero podía ver la determinación en los ojos del coronel; sabía que no había forma de salir los tres de ahí vivos.Se aguantó las lágrimas de impotencia y miró a Max por un segundo arrodillada a su lado.—¡Elije! —exclamó Alcott y Liam tendió las manos hacia la mujer para que le entregara a su hijo.Lo cargó con ansiedad, apretándolo contra su pecho y Liam pudo ver el alivio y el agradecimiento en los ojos de su esposa. Max sabía cuál sería su elección, y también sabía que Liam regresaría por ella.—Bien, entonces la teniente Jhonson se quedará conmigo —declaró Alcott—. Si me entregas el dinero, te garantizo que te la devolveré viva. Pero si me traicionas o intentas engañarme... —su voz se convirtió en un susurro amenazador—, mataré a Max y te enviaré sus pedazos uno a uno. ¿Entendido?Liam asintió con los dientes apretados y luego se agachó junto a Max.—Voy a resolver esto pron
UGPEM.CAPÍTULO 91. Ese hombre no deja cabos sueltos—Resulta que Max no estaba muerta —comenzó a explicar Liam con una voz temblorosa por el agotamiento y el miedo—. Logré encontrarla, Max no estaba muerta.—¿Y el niño? —preguntó Cassian—. Porque es... niño ¿verdad?—Es nuestro hijo, Dereck —le dijo Liam—. Cuando nosotros nos separamos, Max estaba embarazada y yo lo desconocía hasta la encontré. Estuvimos escondidos todo este tiempo... pero nos encontraron.Cassian se mesó los cabellos y respiró hondo.—Necesito una cerveza para esto —declaró dirigiéndose al minibar y sacando algo de beber—. Ahora sí, cuéntamelo todo.Por media hora Liam estuvo explicándole aquel complicado entramado de muertes, intrigas, robos, y traiciones. Cassian lo escuchaba y de cuando en cuando miraba al bebé, que estaba ya llorando por toda la tensión que su padre le transmitía aún sin querer.—A ver dámelo o se va a enterar todo el hotel de que están aquí —gruñó quitándole al bebé y empezó a mecerlo con suavi
UGPEM.CAPÍTULO 92. Un juramento hasta la muerteLiam apretó los dientes con impotencia. ¡No podía creer lo que estaba pasando!—¡Tiene que haber otra solución! ¿No puedes sacarla antes de que hable con Alcott? —preguntó Liam con desesperación."No, no puedo", replicó Travis. "He estado pensando qué hacer si esto sucedía, y tengo un plan... o eso creo, pero si Alcott se hace con ochocientos millones de dólares entonces todos estamos perdidos".Liam golpeó furiosamente la pared más cercana, pero tenía que confiar en Max y sabía que ella podía salir de cualquier cosa.—¿Qué tengo que hacer? —gruñó."Primero, necesitamos que te niegues a pagar el rescate", dijo Travis. "Estamos completamente rodeados de enemigos, nuestra única esperanza es que Alcott crea que no obtendrá nada. Así que pon a salvo a tu hijo y tu dinero y desaparece hasta que nosotros logremos escapar".—¿Cómo voy a encontrar a Max de nuevo? —preguntó Liam, con los ojos brillantes de miedo."En una semana, en una semana est
UGPEM. CAPÍTULO 93. Si no sabe quiénes somos...Alcott rugió con furia, porque sabía que con esa cantidad de dinero y ahora prevenido, Liam Grissom podía cambiar su nombre y el de su hijo y desaparecer.—¿Sabes qué? —dijo con una sonrisa cruel—. A tu marido no lo puedo matar todavía... pero a ti sí —continuó mientras sacaba su pistola y la acercaba a la cabeza de Max—. Y luego perseguiré a Liam y a tu hijo hasta encontrarlos.Los ojos de Max se cristalizaron, pero no hizo ni un solo movimiento.—¡Espera...! —Alcott escuchó la voz de Travis detrás de él—. ¿Qué vas a hacer?—¿Qué voy a hacer? —dijo Alcott con una sonrisa retorcida—. Voy a matar a esta perra y luego voy a ir a explicarle al imbécil de Garret Grissom por qué tengo que entregarle a su estúpido hijo en un ataúd si es que quiere su dinero de vuelta.Max abrió mucho los ojos dándose cuenta de lo que aquello significaba. Siempre había creído que Alcott la perseguiría para silenciarla, y le había causado curiosidad que en lugar
UGPEM. CAPÍTULO 94. El primer instintoLa distancia no era extremadamente larga, el problema era que no podían tomar un avión regular, así que el viaje en barco y con una rehén era más penoso y lento.Cada seis horas Max recibía una de aquellas inyecciones. Estaba atada firmemente y amordazada, así que no había mucho que pudiera hacer para resistirse. Apenas si abría los ojos, la hacían comer a la fuerza y los últimos dos días los pasó inconsciente, porque apenas pisaron suelo Egipcio su lugar fue el suelo de una de las camionetas.—¿Todavía no habla? —preguntó Alcott con molestia.—Tampoco reacciona. Eso es bueno —replicó Travis.—Tu contacto no ha dicho cuánto pagará por ella y ya me estoy impacientando —replicó el coronel y el exsoldado apretó los dientes.—Dale hasta esta noche, el tipo no le ruega a nadie —sentenció y poco después llegaban a una pequeña aldea cerca del Nilo.Al día siguiente se encontrarían con el comprador, y mientras todos comían y trataban de descansar, Travis
UGPEM. CAPÍTULO 95. El NubioMax gritó desesperada mientras los soldados intentaban mantenerla con la cara pegada al suelo de tierra. Finalmente se quedó inmóvil y con los ojos llenos de lágrimas, impotente ante la situación.—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Priscila y Alcott dirigió su pistola esta vez hacia ella, pero algo comenzó a sonar en uno de los bolsillos del cadáver y Alcott tomó aquel teléfono viendo el mensaje.Enseguida le hizo un gesto a Priscila que ordenó que levantaran a Max y luego la golpeó violentamente en la cabeza. El último pensamiento de Max antes de caer en la oscuridad fue que nunca volvería a ver a Travis ni podría darle las gracias por todo lo que había hecho por ella.Media hora después, de regreso a la casucha donde se estaban quedando, Alcott ponía aquel celular en sobre la mesa y Priscila también leía el mensaje.—Tres millones —murmuró—. Tres millones es mejor que un cadáver —murmuró la mujer.—No estoy tan seguro —replicó Alcott.—Entonces déjame dar
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que