Noémi y los muchachos escucharon el rugido de la tormenta como si fuera una advertencia.
—¡Tiene que ser una broma! —gruñó ella—. ¡O sea, si logro encapsular mi mala suerte de este año podría venderla como un arma de destrucción masiva!
Los chicos rieron y uno de ellos negó.
—Falta mucho todavía