—Tú y yo tenemos que hablar —sentenció Emil con un graznido.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —respondió una mujer del otro lado—. ¿Qué diablos quieres, Emil?
—Quiero lo que no me diste cuando te lo pedí —replicó él—. Ayúdame a conseguirlo de vuelta... y te haré tan rica que olvidarás hasta