59. Un corazón roto. No me dejes solo.
La luz del sol ilumina el espacio dentro del auto donde está Luis Ángel. Tiene aparcado el coche frente a uno de los edificios en el centro. Observa el lugar con no más que hastío y repulsión. Aún así se baja del coche, estira su blazer a juego con su traje de oficina y se coloca sus lentes. Empieza a caminar y conforme avanza sus dedos se vuelven puños, aseverando el sentimiento que lo acorrala cada vez más.
Los guardian los dejan entrar cuando se dan cuenta de quién es en realidad, y mientras los segundos se estiran para su confrontación, la secretaria le indica el camino hacia la oficina, la ve ruborizarse y pedirle que espere mientras su jefe vuelve de otras obligaciones.
—¿Quiero algo de tomar, señor Torrealba? —le pregunta la secretaria.
—Estoy bien.
La decepción inunda las facciones de la secretaria y se despide notando la seriedad en las facciones de Luis Ángel.
Una vez solo, no le agrada la idea de encontrarse con este hombre. La necesidad de confrontar de una manera p