51. Buenos de cierta manera
—¿En qué piensas?
Juan Miguel observa a un pensativo Luis Ángel que bebe vino a esas horas del día, con un cigarro apenas encendido.
—Ya sabes que María Teresa es la madre de Ángel.
—Claro.
—Y que yo tengo la custodia del niño…
Juan Miguel suspira.
Luis Ángel aprieta los labios.
—Me odia.
—Hombre, es que…
—Me odia. María Teresa no quiere verme, no quiere perdonarme. Me odia, y yo más —Luis Ángel se toma de los ojos—, caigo enamorado de ella. Cabrón, cabrón. Me enloquece esa mujer, y ahora la única mujer que más he amado en esta vida no quiere saber nada de mí.
Y se sirve más vino. Juan Miguel le quita la botella.
—No consigues nada emborrachándote.
—¿Qué puedo hacer…?
Juan Miguel se echa a reír, negando.
—Realmente amas a esa mujer. Pero lucha por ella, demuestra que estás arrepentido, haz las acciones, deja de lado tu orgullo y ve por ella. María Teresa es una gran mujer, y cualquiera querrá conquistarla.
Luis Ángel parece reaccionar y sus fuertes brazos se cruzan sobre su pecho.
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