Bastián
El pitido de espera sonaba en su oído con un ritmo monótono y desesperante. Bastián paseó la mirada por el pasillo de radiología, observando a las personas que iban y venían. Algunos examinaban placas de rayos X pegadas en las paredes, otros murmuraban sobre el arte expuesto en la galería del hospital. Todo parecía cotidiano, inofensivo. Como si su mundo no estuviera al borde del colapso.
Se apoyó contra la pared, exhalando lentamente.
Después de hablar con Bárbara, ella le dijo que la esperara afuera. No entendía la razón; bien podría haberse encontrado en la sala de reuniones. Pero convencerla de hacer algo que no quería era casi imposible, así que decidió esperar.
Finalmente, la llamada se conectó.
—Hola, habla Dominic.
—Soy Bastián.
Hubo un silencio breve, seguido por un resoplido al otro lado de la línea.
—¿Sabes el desastre que hay aquí por tu culpa? —La voz de Dominic sonó cargada de frustración—. He estado en reuniones desde hace semanas, tu padre me dijo que te advirt