Bárbara
Cerró el casillero con un golpe sordo. Seguía cansada, pero estaba de mejor humor desde ayer. La cirugía con Hoffmann había sido soportable, dentro de lo que cabe. Se quejó por cualquier inconveniente mínimo, como siempre, pero Bárbara optó por ignorarlo o responder con sarcasmo solo para molestarlo más. Las enfermeras parecían inmunes ya a la toxicidad en la sala de operaciones.
Por eso, cuando la cirugía terminó, casi pudo escuchar un suspiro colectivo de alivio.
Bárbara fue la primera en salir de ahí, con la satisfacción de quien escapa de un sitio en llamas.
Ahora estaba en la sala de descanso.
La gente ha pasado de verme con miedo a verme con lástima.
Tal vez porque estaba demasiado acostumbrada a que la señalaran y susurraran sobre ella, el cambio la desconcertaba más que el rechazo. Ahora, sus miradas eran más suaves. Como si de repente fuera frágil.
Por primera vez, alguien la detuvo en el pasillo
—Disculpa… ¿tienes la hora?
Bárbara parpadeó. ¿Le estaban hablando a ell