Josué
—No sé qué decirte, la neta. —dije yo muy nervioso y sin verlo a la cara.
—No me digas nada. —bajó la mirada.
—Es que, Alexander, tú a mí no...
—No digas nada. —me interrumpió.
No sé qué estaba pasando, pero Alexander se acercó a mí, cada vez se acercaba más, hasta que sentí su respiración muy cerca de mi rosto y... ¡Oh por Dios! ¿No lo hará o sí? — pensé. — Y sí, sí lo hizo, Alexander me besó y en ese momento, en ese preciso momento...
—Josué... —Al escuchar esa dulce, tierna y cortada voz, tan pero tan conocida, empujé a Alexander y me levanté rápidamente.
—Mi niño, no es lo tú...—dije nervioso tratando de explicar, per