Juanne devela un secreto
Lois Vincents entró en la habitación que le asignaron. Missie lo acompañaba.
–Papá, ¿por qué no me habías llamado en todo este tiempo? A veces creo que ya no te importó –le reprochó Misisie.
–¡Pareces la niña de 7 años cuando yo regresaba de algún viaje! –le dijo al tiempo que la atraía hacía sí y la abrazaba–. ¡Sabes mejor que nadie que eres la persona más importante en mi vida y que no tengo más que tiempo para ti hija!
–¡Bueno está bien! ¡Te perdono! –dijo Missie
Lois Vincents rió –: no tienes nada que perdonarme, hija.
–Papá, este lugar es muy hermoso, mira abre esos ventanales y te encontrarás con un paisaje único. Además los amaneceres son espectaculares y los atardeceres también. Me encantan los rancheríos y también los corrales, las aves, las vacas, la gente. Hay unos caballos tan hermosos y briosos que te gustará mucho montar alguno –le dijo, sabiendo lo que significaban para él.
–¿Ya mon