Cuando Fabiana le avisó quién acababa de llegar, Akina no pudo creerlo y pensó que la joven se había equivocado de persona. Se acercó a la sala con prevención y cuando sus ojos se cruzaron con la mirada de Andrés Malagón, gritó, llamando a Mibu. El inmenso hombre llegó en pocos segundos, decidido a batirse con quien hubiera asustado a su jefa.
—Lo siento —dijo Akina cuando vio al gigante con los puños cerrados y acercándose a grandes zancadas—. No reconocí a nuestro visitante, pero ya está todo claro.
Sentado frente a Andrés Malagón, estaba Darío y, sentada entre los dos, Fabiana. Mibu no dijo nada, asintió con la cabeza y regresó a lo que fuera que estuviera haciendo.