MEGAN

Vi a Connor justo cuando salía del estacionamiento de las oficinas. Caminaba con paso despreocupado entre los autos, con una sonrisa de oreja a oreja.

No quería verlo. Rápidamente, aparqué en un lugar y esperé a que pasara. El corazón me dio un brinco cuando lo vi pasar junto a mi coche. Lo observé por el espejo retrovisor hasta que desapareció al doblar la esquina.

Menos mal.

Apenas se fue, me pregunté qué demonios me pasaba. ¿Por qué había reaccionado así al verlo? No me tomó mucho pensarlo para darme cuenta de lo que estaba ocurriendo: me daba miedo verlo, no porque no quisiera volver a verlo. No quería verlo precisamente porque quería volver a verlo. Solo podía imaginar lo que pasaría si me veía. Sin duda, un hombre tan engreído y seguro de sí mismo como él vendría directo hacia mí. Probablemente intentaría conseguir otra cita.

O algo más.

Y tal vez esta vez no tendría la fuerza de voluntad para decirle que no. Había sido tan, tan difícil resistirme en la oficina. Si el be