Samuel no detuvo a Simona y permitió que ella abriera la puerta para encontrar a Ximena.
Al escuchar el ruido a su alrededor, Ximena levantó lentamente la mirada y al ver a Simona, apartó la vista nuevamente. Con la voz ronca, dijo:
—Está aquí.
Simona se acercó a Ximena y, al ver el rostro de doña Alicia, suspiró.
—Xime, ábrete un poco, doña Alicia seguramente no querría verte así.
Ximena se puso de pie y agarró la sábana blanca.
—Doña Alicia tuvo una vida muy difícil, su esposo murió temprano, trabajó duro para enviar a su hijo a estudiar al extranjero, pero terminó convirtiéndose en un hijo ingrato. Pensé que estaría feliz a mi lado, pero al final fui yo quien la empujó a un abismo sin retorno.
Simona miró preocupada a Ximena.
—Xime...
Ximena cubrió el rostro de doña Alicia con la sábana blanca y dijo:
—¿No es irónico?
Simona preguntó:
—¿Eh?
Ximena respondió:
—Uno tras otro, los ancianos a mi alrededor están muriendo.
Simona se estremeció al escucharlo.
—Esto no tiene nada que