Justo después de colgar el teléfono, Leo volvió a escupir sangre.
Alejandro palideció visiblemente, y sus manos temblaron involuntariamente.
Mariano estaba viendo a Alejandro tan desconcertado por primera vez.
Media hora después.
Alejandro llevó a Leo rápidamente al Hospital Dolores del Carmen.
Corrió con Leo hacia la sala de emergencias y lo acostó en la camilla.
Con emociones contenidas, Alejandro le habló suavemente a Leo:
—Papá estará afuera, no tengas miedo.
El pequeño Leo, jadeando débilmente en el pecho, respondió:
—Estoy bien, papá, no te preocupes...
Los ojos de Alejandro se pusieron rojos de repente.
El médico dijo:
—Señor Méndez, vamos a tratar al joven señor primero.
Dicho esto, apuradamente llevaron la camilla con Leo a la sala de cuidados intensivos.
La mano fría de Leo se soltó de la mano de Alejandro, y un sentimiento de vacío llenó el pecho del hombre.
Mariano se acercó a Alejandro, le dio unas palmaditas en el hombro y dijo:
—Alejo, no te preocupes demasiado, segu