Liliana no pudo evitar empujar a Mateo.
—Mateo, ¿de qué demonios tienes tanto miedo?
Mateo agachó la cabeza y hasta cerró los ojos.
—Liliana, tú estás acostumbrada a este trabajo, ¡pero yo no! ¡Tengo miedo!
—Ya estás empezando a trabajar conmigo en esto —suspiró Liliana—. Tranquilo, aunque pudieras ver fantasmas, ni se atreverían a acercarse a ti.
Al oír esto, Mateo levantó la cabeza de repente y preguntó:
—¿Por qué?
Liliana no sabía cómo explicárselo a Mateo, así que simplemente sacó un talismán y se lo pegó encima.
—Cuando veamos un fantasma, dame tu mano y entenderás por qué —dijo Liliana.
Mateo siguió a Liliana con cara de confusión, aunque sus palabras lo tranquilizaron bastante.
Sin embargo, apenas levantó la cabeza, vio una sombra blanca flotando frente a él.
Mateo abrió los ojos de par en par y su rostro cambió drásticamente.
Aterrorizado, abrazó a Liliana gritando:
—¡Liliana! ¡Un fantasma! ¡He visto un fantasma! ¡Hay fantasmas!
Liliana miró hacia la mujer fantasma que flotaba