—Eres Alejandro, ¿verdad?
La voz profunda de David era baja y resonante, con un toque de arrogancia desenfrenada y una mezcla de frialdad aterradora. ¡Era imponente!
Alejandro escuchó esa voz desconocida, se quedó atónito por unos segundos y luego habló de inmediato...
—Ya que sabes quién soy, ¿por qué no me sueltas? Soy de la familia Zamora...
David sonrió de manera maliciosa y ordenó fríamente: —¡Golpéenlo!
Laín y cinco guardaespaldas golpearon y patearon fuertemente a Alejandro debajo de la bolsa de yute.
—¡Socorro! ¡Ah!
Los rasgos faciales de David eran profundos y sus líneas eran muy firmes. El viento despeinó su corto cabello y sus largos dedos se movieron con gran indiferencia, revelando así, un rostro hermoso sin ningún cambio en sus expresiones...
Su chiquilla, esas piernas blancas y esbeltas solo podrían envolverse alrededor de la persona que ella quisiera. Las que se atrevían a fantasear o a tener pensamientos impuros sobre ella, ¡pagarían un precio muy doloroso!
David se