El susto hizo que derramara mi vino sobre la mesa. Me di cuenta de lo que pasaba, vi que era David. Me apresuré a coger su brazo, pues estaba a punto de golpear al hombre otra vez.
—David, ¿qué rayos haces?
El tipo quien antes estaba furioso como una bestia, al escuchar mi voz, de repente se mostró herido.
—Cariño, él te estaba molestando.
No entendía cómo David podía decirme eso, decirme cariño, después de todo lo que había pasado entre nosotros, y más aún cuando ya estábamos divorciados. Solo me daba más rabia verlo.
Él decía que me amaba, pero seguía sufriendo y ayudando a Luna… ¡De veras me hacía no querer verlo nunca más!
Cuando lo vi, mi alegría desapareció al instante, y sentí que mi corazón se hundía. Solté de su mano, sin interés en él, y di un paso adelante. Miré al hombre rubio que estaba en el suelo y le extendí la mano, preocupada:
—¿Te encuentras bien?
El tipo miró mi mano, pensó en tomarla y le sonrió a David de manera provocativa.
David, al verlo, me a