Todo estaba en silencio en la finca, como si la gente, las plantas e incluso los pájaros supieran que habría un desastre en aquellas tierras y lo hubieran abandonado por ello.
Cesare avanzó sin preocuparse de ningún peligro ni de los guardias que pudieran estar vigilando la invasión de forasteros o criminales. Unos cuantos hombres caminaban detrás de él, siguiendo lo que parecía casi una marcha de hombres peligrosos y brutales.
Un fotógrafo muy curioso que no paraba de hacer fotos del paisaje le irritaba profundamente, pero no estaba dispuesto a ser grosero. Aquel día, nada le disgustaría más que la posibilidad de que el plan saliera mal, o de que él se hubiera equivocado en sus conclusiones. Pero en cualquier caso, si eso fuera cierto, todo habría terminado. La propiedad, la vida lujosa, la palabra y sobre todo el acuerdo hecho entre dos hombres sin escrúpulos llegarían a su fin.
Los animales corrieron hacia los invasores armados mientras Cesare sonreía. Aquella simpática criatura