5. Conociéndonos

A pesar de su negativa camino detrás de ellos para así salir del hotel y observo detenidamente sus andares. Debo dejar de mirarla así, pero es prácticamente imposible cuando sus caderas marcan un ritmo perfecto que acompañan sus tacones. — Señor Arraitz. — Me interrumpe la voz de Luciano Ferreir, uno de los que estaba con nosotros en la reunión y que de alguna manera ha conseguido alcanzarme, él camina a mi lado viendo exactamente lo mismo que yo —Con todo respeto, esa mujer es hermosa, ¿sabe si esta casada? ¿Cree que aceptaría una cena conmigo? — Me pregunta con toda la confianza del mundo. 

Lo miro serio y niego —Señor Ferreir, no me lo tome a mal, pero es mi asesora comercial, no me parece profesional.— Digo de inmediato y me mira con una media sonrisa.

—Si no lo fuera ya la hubiera invitado usted, ¿no?— Me pregunta y respiro profundo.

—Si no fuera mi asesora comercia y lo hubiese intentado, creo que ya me hubiera golpeado. Ella es diferente a muchas de las mujeres que usted o yo conocemos.— Digo muy seguro, y realmente estoy haciendo mi mejor esfuerzo por no arruinar lo conseguido en aquella sala de juntas.  

—Hare de cuenta que le creo.— Me dice dejando un leve golpe en mi espalda y luego se marcha con un poco más de prisa. 

Es una locura que todos la miren como lo hacen y ella simplemente actué con tanta naturalidad. Pienso en lo que me ha contado de su exesposo y por algún motivo me pregunto si es que ella lo ha dejado que él le opere ¡Kilian! Me grito a mí mismo por dentro y sacudo mi cabeza. Aunque no lo veo lo extraño, quizás por eso tiene ese cuerpazo... ¡Ya! Vuelvo a gritarme y continúo caminando hacia el auto. 

Una vez dentro del auto le digo a Carlos que ya puede arrancar, pero de repente la veo a ella corriendo hacia aquí —Espera— Indico y bajo la ventanilla. 

—Kilian, sé que te he dicho que mi hermano tenía auto, pero ¿adivina que? — Me pregunta un poco agitada por la manera que ha corrido y sonrió.

—¿Qué ocurrió? — Cuestiono e intento no reír.

—Estaciono donde no debía y se lo llevaron— Explica un tanto molesta. 

—Suban, yo llevo— Propongo 

—Gracias…— Responde y le hace una seña a su hermano para que se acerque con la pequeña.

Una vez que todo ya están dentro del coche, miro a Mía y le sonrió  —Si tu mamá me permite, te invito un helado, ¿quieres? — Le pregunto y luego miro a Sofía —¿quieren?— Corrijo y ella mira el reloj.

—Sofí, Guillermo ha llamado apenas bajo del avión y dice que si quieres puedes pasar a dejarle la niña ahora.— Irrumpe su hermano a quien básicamente yo he ignorado por completo.

¿Sofí? ¿Permite que le digan Sofí cuando siempre dice su nombre con tanta fuerza?

Ella respira profundo y me mira —Quizás otro día, es mejor que le deje a Mia hoy para que pueda seguir trabajando en lo que viene y que Max vaya a buscar su auto.— Me explica y asiento.

—Te acompaño, ¿quieres? Podemos dejar a tu hermano donde le han llevado el auto, y después puedo invitarte un café... no sé, digo... si quieres.— Propongo y no tengo idea de porque lo estoy haciendo.

¿Acaso quiero conocer a su ex marido? ¿A ella? ¿Acaso estoy buscando una excusa para pasar más tiempo con ella?

—Hermanita, yo busco el auto y me voy. Sabes que tengo que entrar a clases mañana muy temprano.— Le explica.

—¿Qué estudias?— Pregunto con interés.

—Estoy en el ultimo año de arquitectura.— Explico con orgullo y rio.

—Mi madre es arquitecta, te felicito.— Comento.

—Gracias.—

—De acuerdo Kilian, si no te molesta llevarme hasta la casa de Guillermo...— Me responde finalmente y niego.

—Para nada, vamos.— Digo y nos preparamos para irnos.

[...]

Después que Carlos dejara a Maximiliano en el lugar indicado, le pedí que fuéramos a la oficina para buscar mi auto y que él se tomara el resto del día, Sofía y yo estamos en mi auto frente a una gran casa de color blanca en pleno corazón de Manhattan.

—¿Así que aquí vive tu exmarido?— Pregunto observando la lujosa casa.

—Si...— Contesta sin mucho ánimo. —Ya regreso. — Me deja quitándose el cinturón de seguridad y baja del auto para luego bajar a Mía.

—Chau princesa. — Le digo antes de que Sofía cierre la puerta.

La observo tocar el timbre y esperar paciente mientras que no deja de darle besos a su pequeña, y supongo que todo esto debe ser difícil para ella.

Finalmente, un hombre bastante alto, rubio, delgado, y de porte elegante sale de la casa y carga a la niña en brazos. Me los quedo mirando sin dejar de pensar que me parece imposible que alguien deje ir a una mujer como Sofía y de repente, una mujer de cabello negro y de porte bastante presuntuoso sale de la casa y prácticamente se amarra a la cintura del hombre. Es como si quisiera dejar en claro que ese hombre es suyo. 

Sofía simplemente le da un beso en la frente a Mía, y camina hacía mi auto. Sube y cierra la puerta para luego cerrar sus ojos —Odio que mi hija se quede con esa mujer. — Comenta y la miro.

—¿Quién es ella?— Cuestiono sin rodeos.

—Charlotte Vargas, la actual esposa de Guillermo; la mujer con la que me engaño.— Me dice y noto el esfuerzo que está haciendo por no llorar.

—¿Lo sigues amando?— Pregunto con un hilo de voz y ella niega.

—No, claro que no...— Responde firme y abre sus ojos.

—¿Entonces porque te pones así?— Me atrevo a preguntar y ella me mira.

—Me pongo así porque ese hombre que decía amarme fue capaz de poner todo en riesgo incluso la vida de mi hija. Mientras yo estaba embarazada de ella, él ya me engañaba. Tú no tienes idea el asco y miedo que sentí cuando me enteré de que mientras mantenía relaciones conmigo, también lo hacía con ella. Tuve miedo de que se hubiera contagiado de algo y de que por su culpa yo también hubiera resultado perjudicada... tuve miedo por mi niña. La he pasado muy mal por su culpa y ahora ya hace un año que se han casado y viven como una familia feliz. No me queda otra opción que dejarle a mi hija porque así lo quiso un juez, pero si por mi fuera nunca dejaría que esa mujer se acercara a Mía. — Me dice y creo que es la primera vez que no debo intentar sonsacarle las cosas, sino que ella misma esta soltándolo todo. 

—Tu exmarido realmente ha sido un imbécil por cambiar a una mujer como tú por una mujer como ella, no tienen ni punto de comparación. — Me atrevo a decirle y ella sonríe nerviosa.

—Ella es la creación perfecta de Guillermo.— Comenta y se acomoda en el asiento.

—¿Creación perfecta? ¿Acaso?— Intento preguntar.

—Todo lo que has visto es falso, ¿si sabes de que hablo? ¿no? Implantes...— Me aclara e intento no reír.

—Si... si se dé que hablas.— Respondo.

—No sé cómo no lo vi antes... yo era joven, inexperta, tonta...— Se queja y es un reclamo a ella misma. —Arranca por favor.— Me pide para que salgamos de aquí y pongo el coche en marcha rápidamente y comienzo a conducir.

—¿Se casaron muy jóvenes?— Pregunto.

—Estuvimos algún tiempo de novios, y cinco años atrás nos casamos.—

—¿Cómo se conocieron?— Indago con gran interés, y tal vez ni siquiera debería meterme en estos asuntos, pero no lo puedo evitar.

—En la boda de unos amigos en común. Yo creía que era el hombre de mi vida, pero que equivocada estaba...— Dice y se muy bien de lo que habla.

—¿Y cómo fue que un hombre puede dejar pasar a una mujer como tú? Es que no lo entiendo. Le has dado una hija preciosa... eres inteligente, guapa... es decir… no comprendo. — Confieso.

—Llevábamos un año de casados cuando el permanentemente insistía en que me dejara operar por él. Se había empeñado en querer agregarme busto, en reducir mi cintura... no sé... algo ocurrió en él que le hacía querer eso, pero yo me negaba una y otra vez. No quería que nadie me tocara, no por que creyese que era perfecta, pero porque estaba buscando ser madre y con una de esas cirugías debía esperar y demás, además, simplemente no quería, me sentía cómoda con mi cuerpo. En fin, con el tiempo me entere que Charlotte era quien le decía que la esposa de un cirujano plástico debía ser una modelo y demás estupideces. Cuando pienso en que es lo que llevo a la ruina a mi matrimonio sigo sin creerlo, pero supongo que lo único que le miraba era el cuerpo y nada mas.— Explica y sigo sin creer la estupidez que ha cometido su exesposo.  

—¿Por eso lo que me has dicho antes? Eso de que los hombres solo miraban el físico.— Pregunto.

—Exacto. Lamentablemente, he vivido con un hombre que se obsesiono con el físico de su esposa y la quiso hacer ser alguien que no era. Cuando me entere de que me engañaba, tome a mi pequeña en brazos y me fui a casa de Max. Sentía tanto asco...—

—¿Cuánto tiempo de eso?—

—Mía tenía apenas un año.— Señala con melancolía.

—¿Y desde entonces no te has vuelto a enamorar?— Inquiero con mucho temor de que arruine la poca confianza que he obtenido.

Niega —Desde entonces me he dedicado solo a mi hija. La dejo ver a su padre porque así lo han dictado en la sentencia de divorcio, pero siempre le estoy recordando que ella es bella como es. Sé que es muy pequeña, pero no quiero que nadie nunca intente que ella sea alguien que no es.— Me dice firme y sonrío.

—Pues tu hija es preciosa. Demasiado linda, ya te dije mi sobrino caería rendido a sus encantos.— Bromeo y ella ríe.

—Eres un caso, intentando buscarle novia a tu sobrino...— Se queja entre risas. —¿Y qué hay de ti? Yo ya te he contado más de lo que debía. — Dice y respira profundo.

—Si me aceptas el café te cuento.— Propongo y sonríe.

—De acuerdo.—

—¿Mi piso o el tuyo?— Pregunto mirándola.

—El mío mejor.— Habla firme y asiento.

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