En medio de la clase de literatura una punzada me hizo doblar en el asiento. Involuntariamente puse la mano sobre mi vientre y entonces lo sentí. Una suave patada se asentó en mi barriga y sonreí. Acaricié con mis dedos la piel que se movía y volvió a hacerlo.
—Yo también te siento manchita —dije dulcemente en un susurro apenas audible.
Durante el almuerzo le conté a Kim lo que había pasado y ella se llevó las manos a la boca incrédula. En un movimiento imperceptible para el resto, apoyó su mano en mi vientre y lo acarició.
—Muévete para mí, bebé —le susurró y él obedeció.
Sonrió con lágrimas en los ojos al sentir su pequeña patada.
Luego de las clases recogí a los niños en mi auto y fuimos por Piper. Cuando llegamos a la casa todos se amontonaron alrededor de