Salgo de mi aturdimiento y me pongo lo primero que encuentro a la mano y a la velocidad de un rayo. Flash se queda en pañales con lo rápido que hago todo y me tiro en la cama de pecho como si fuera lona de lucha libre. Me envuelvo en las cobijas, cubriendo incluso mi cabeza y tratando de tranquilizar los desbocados latidos de mi corazón y mi respiración acelerada.
Una vez me encuentro más tranquila y menos agitada, saco la cabeza de las cobijas y escucho que tira el agua y abre la llave de la ducha.
«Entonces, sí era cierto lo de usar el trono, ¿eh?».
Trato de dormir, de dejarme llevar por el cansancio y la misma resaca que aun presento, pero es imposible, su reglamento aun me sigue presionando la cabeza y así no puedo conciliar el sueño. Trato de no hacerme ninguna loca y desbaratada idea, pero es que, si su mano es grande y sus dedos alcanzan a tocar mi cerebro, ¿cómo no pensar en lo largo y...?
«¿Qué hago pensando en ese tipo de cosas? Me estoy convirtiendo en una grandísima per