Después del beso, Noah se retiró un poco, su expresión cambió y ella no lo supo descifrar.
—Lo siento, Estela. No debí haber hecho eso.Ella se quedó en silencio, procesando lo ocurrido. Las palabras de Noah se metieron en lo más profundo de su cabeza, pero no podía articular un pensamiento coherente. Lo ocurrido la dejó en un estado de confusión.Justo en ese momento, el teléfono de Noah sonó, rompiendo el silencio entre ellos. Miró la pantalla y, al ver que era un cliente, su expresión se tornó seria.—Lo siento, tengo que atender esto —pronunció, apenado—. Me disculpo por no poder quedarme para comer.Estela asintió, sintiendo cómo la realidad comenzaba a asentarse sobre ella.—Está bien, Noah. Entiendo.Sin embargo, a medida que él se alejaba, una sensación de vacío comenzó a invadirla. Noah se despidió rápidamente y salió de su apartamento, dejándola sola con sus pensamientos.Estela se quedó allí, en la