Simon se levantó de la cama y se dirigió directamente a la puerta. Estaba tan preocupado que ni siquiera se quitó la bata del hospital.
¡Él iba a buscar a Sharon porque no creía que estuviera muerta!
La mirada de Penelope era fría, pero no detuvo a su hermano.
Sin embargo, cuando Simon abrió la puerta para salir, los guardaespaldas de la puerta lo detuvieron.
“¡Piérdanse!”, gruñó él con frialdad. Había una intención asesina en sus ojos maliciosos y agudos.
Los guardaespaldas temblaron de miedo. Sin embargo, aunque tuvieran miedo, no se quitaron del camino porque solo iban a escuchar las órdenes de Penelope.
“No hace falta que les grites. No podrás poner un pie fuera de este lugar sin mi permiso. Deberías quedarte aquí obedientemente y recuperarte”, dijo Penelope con frialdad.
Ella bloqueó todas las noticias de lo ocurrido en la boda y las del accidente de Sharon. Si él salía a causar algún problema, ella tenía miedo de no poder ocultar la noticia.
Simon insistía en salir. ¡Quie