Cuando Sharon volvió en sí, lloró y murmuró disculpas al niño. Las escenas habían dejado impactada y un poco inquieta a Sharon. Inconscientemente, ella levantó la mano y se acarició el vientre. Riley extendió su mano y sostuvo la de ella. “Shar, no tienes que hacerlo si tienes miedo. Mira, incluso si Sebastian heredó el gen de la locura, ¿no crees que le está yendo bien?”. Realmente no quería que Sharon sufriera así.
Un rastro de vacilación apareció en los ojos de Sharon, pero no tardó en decir: “No, no puedo arriesgarme con algo como esto. Estamos hablando de la vida de un niño inocente. Si doy a luz a un niño enfermo, solo me resentirá en el futuro”.
Riley abrió la boca, pero sus palabras de consejo se quedaron atascadas en su garganta. Al final, tenía tanto miedo de decirlas que no pudo hacer más que tragárselas. Si convencía a Sharon de quedarse con el bebé y terminaba heredando su gen, sería en parte culpable por haberle dado un consejo imprudente.
Las dos esperaron un rato has