Luz Meyer
Hoy es viernes.
El día en que mi vecina Camille aparece puntualmente en mi puerta con la excusa de que volvió temprano del trabajo y trajo una porción extra de pastel. Siempre es “extra”. Siempre es demasiado para comer sola.
La colorina es dueña de una de las reposterías más famosas de la ciudad, y a pesar de ser una de las más cotizadas, vive en una casa modesta, en este barrio común de clase media.
A veces me pregunto por qué una persona como ella busca mi amistad. Qué ve en mí.
Si supiera que Rick me prohíbe hablarle, si supiera que la vez que le di mi número terminé con la cara marcada por sus bofetadas… probablemente no volvería a intentarlo.
Gracias a Dios él no está en casa. Desde aquel incidente con la sopa —salada por accidente— no ha vuelto. Cinco días de paz, cinco días de silencio.
Y la verdad, me da igual dónde esté. Podría haberse perdido en el bosque, caído a un barranco o atropellado por un camión. No sentiría ni una pizca de culpa.Dejó de importarme hace tr