John
Ha llegado el momento en que debo volver a casa, específicamente a la mansión que comparto con Cassandra.
En el transcurso de estas dos semanas, mi cuerpo se ha ido recuperando a paso muy lento, pero recuperandose al fin y al cabo.
Mi abuelo Arthur se encargó de reemplazar al equipo de seguridad que propinó mi golpiza. Fueron despedidos en un santiamén. Si bien yo pedí que hicieran aquello, no se puede negar que se les pasó la mano. Para asegurarnos que la verdad nunca saldrá a flote, firmaron la carta de despido, con una cláusula especial, en la que se informa que de abrir la boca, serán multados obligándolos a pagar una suma ridículamente alta, y de no hacerlo, terminarán tras las rejas.
A pesar de que la policía ha investigado de diversas maneras, ni los interrogatorios ni las grabaciones de las cámaras lanzan señales de los culpables de mi planeado accidente.
—¿Estás preparado? —pregunta de pronto Thomas interrumpiendo mis pensamientos.
Giro mi rostro y lo miro —. Eso cr