Luz
Vuelvo a la cocina con una gran sonrisa tirando de mis labios.
Camille me observa con los ojos bien abiertos, me toma del antebrazo y me arrastra detrás de la encimera. Da un vistazo a su alrededor, y cuando se asegura que nadie nos ve ni escucha, deja caer la bomba.
—Luz, ¿Qué no lo has reconocido?
—¿A quién? —pregunto confundida.
—¡Dios! ¡¿Es enserio?! —exclama exasperada. Se acaricia el puente de la nariz e inhala aire fuertemente.
—Aver… el Dios griego que ves ahí, que TÚ llevaste al baño, no es más ni menos que John Anderson.
—¿Anderson? ¿De dónde me suena ese apellido? —comienzo a pensar, rasco mi frente mientras que la pelirroja se aleja de mí y posiciona sus brazos en forma de jarra.
¡NOOO! ¿El John que quedó ciego, y que la novia lo engañó con su mejor amigo?
—¿Es.. es? —tartamudeo perpleja.
—Si, es él. Diablos amiga, que suerte tienes. Tomaste su mano, y ni cuenta te diste que estabas ante uno de los hombres más guapos y mil