Viviana, todavía brava, se tapó los oídos y se encerró en el baño.
Al ver su silueta alejarse con rabia, ambos hombres soltaron un suspiro de preocupación.
A un lado, Eduardo y Rosa, conscientes de lo que los inquietaba, aprovecharon el momento para contarles algo:
—No se desanimen tanto. Viviana no se casará con Pedro, así que pueden estar tranquilos.
Ambos hombres los miraron con incredulidad. Pero, apenas asimilaron la noticia, una alegría desbordante reemplazó su asombro.
—¿Es en serio? ¿La familia Ocampo aceptó cancelar la boda? —preguntó Luan, sin poder creerlo.
—¡Esto hay que celebrarlo! Deberíamos salir esta noche y llevar a Camila con nosotros —propuso Cristian.
Sin embargo, al escuchar el nombre de Camila, los rostros de Eduardo y Rosa se endurecieron por un instante.
Eduardo estuvo a punto de revelar el plan, pero Rosa lo detuvo con un leve tirón de la manga y le susurró al oído:
—No les digas nada todavía. Esperemos a que lo de la boda esté completamente resuelto. No quere