—Viviana, dame solo un día. Hablaremos de todo esto cuando traiga a Camila de regreso a Sunimar —suplicó Luan, casi rogando.
El rostro de Viviana fue perdiendo color. Se mordió el labio con fuerza y sus ojos se llenaron de fiereza.
Aunque Cristian no dejaba de consolarla, ella ya había tomado una decisión. Lo sujetó de la mano y lo arrastró hacia la salida del aeropuerto mientras decía:
—Cristian, vamos a pedirles a papá y mamá que anulen el acuerdo de adopción y luego… ¡nos casaremos!
No parecía estar bromeando. Cristian quedó estupefacto. Pero tras la sorpresa inicial, una inmensa alegría lo invadió y, sin perder un segundo, la llevó a casa.
Eduardo y Rosa se alegraron muchísimo al enterarse y, de inmediato, iniciaron los trámites necesarios.
Cuando Cristian y Viviana obtuvieron su certificado de matrimonio, Eduardo y Rosa rebosaban de alegría al ver que Viviana, su hija adoptiva, ahora se convertía en su nuera, y no tardaron en llamar a Camila para compartirle la buena noticia.
Cami