Capítulo 32.

Todo se había ido a la mierda, el día en el que se me ocurrió la magnífica idea de admitir que tenía una relación con una persona ajena a los medios. No dejaban de perseguirme, intentando adivinar quién era el susodicho, y eso impedía que pudiese verle, pues no quería acarrearle más problemas de los que tenía.

Ese día, fui al hospital con mi madre, para que le quitasen los puntos. Llovía a cántaros en aquel verano de locos, casi estábamos acabando Julio y llovía con fuerza.

Estábamos como sopas, pues a pesar de llevar paragua, el estúpido viento, nos había mojado igual. En días como aquel, la gente debería de salir de casa con botas de agua y un chubasquero del estilo de los pescadores.

Mi madre entró en la sala de curas, mientras yo la esperaba fuera. Joel no estaba allí, ten

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