CAPÍTULO 41. EL DESPRECIO

Vi a la mujer retirarse contoneando sus caderas, pensaba que con eso iba a provocarme, no sé por qué le costaba entender que no tenía interés en ella, ni en ninguna otra, solo en Sophía; me causó tristeza su actitud, para mi era digna de lástima.

Me quedé sentado en la misma posición que estaba desde antes de que el médico apareciera, sentía como si un camión me hubiese pasado por encima y prácticamente había sido así, me dolían huesos en mi cuerpo que ni siquiera sabía que tenía.

Ellos se habían ensañado en mi contra y por poco me mataron, mi rostro estaba hinchado y me dolía demasiado el estómago, las costillas, no podía moverme porque el dolor era descomunal, uno de los médicos me vio y me reprendió.

—Es necesario revisarlo, no pude seguir

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