Elisa lo miró aturdida, como si le estuvieran hablando en otro idioma. Tenía toda clase de sentimientos y hormonas aflorando y no señor, no eran los mejores.
—¿Me estás diciendo que quieres que no tenga a mi hijo solo porque hay una posibilidad de que sea ciego? —gruñó.
—¡No es una posibilidad! ¡E