Felipe vio a Alondra frente a él con el fuerte golpe en su mejilla, su boca sangrando y la rabia lo cegó. Aun cuando el hombre estaba muerto, descargó su ira en él, siguió disparándole hasta vaciar una de sus armas en él, sintiéndose frustrado por no haberle podido evitar todo ese sufrimiento a Alondra, mientras las lágrimas surcaban su rostro, estaba fuera de sí. La rabia y el dolor le anularon toda capacidad de razonamiento. Ella se levantó y lo abrazó con fuerza por detrás mientras le hablaba al oído.
—Ya pasó mi amor, tranquilízate. No nos volverá a hace