Alondra sentía sus ojos como ascuas ardientes que avivaban el fuego de su interior. Por segundos intentó resistirse, pero cuando lo sintió acercarse e inclinarse para tomar en su boca uno de sus senos, la poca cordura que todavía subsistía en su mente, gritando con histeria para ser oída, enmudeció y ella se rindió a ese caudal que la amenazaba por arrastrarla a ese mar de deseo y de pasión que iba creciendo en su interior.
Un sonido gutural salió de sus labios, al verlo inclinado frente a sí, le sujetó el cabello con ambas manos, para mantenerlo aferrado bebiendo de su pecho como si del vino m&aac