Capítulo diecinueve
Elisa— ¡Para! —grité cuando ya había logrado reponerme de la primera impresión—. ¿Qué leches te pasa? —cuestioné mosqueada por su ridícula actitud.— Te estoy llevando a un lugar más adecuado para nuestra discusión —respondió mientras me empujaba hacia el ascensor.— Pero tienes invitados —comencé, pero rápidamente me detuve al verle lanzarme una mirada que me hizo sentir como una estúpida. Aun así, recuperando mi dignidad, me erguí para replicar—: Prefiero que me pregunten si quiero marcharme, antes de que me arrastren como si fuese una mula de carga.Escapé de él y salí corriendo en cuanto se abrió la puerta del ascensor, con la intención de meterme en la suite y ce