59. Destinados
— Date prisa, por favor. Tenemos que llegar — rogó Gala a Julián. La angustia no entraba en su pecho. Era más grande que ella.
Dios, es que si a Ramsés le pasaba algo... la sola idea la desarma desde lo más profundo.
— Tranquila, llegaremos — le dijo el muchacho, transmitiéndole calma, mientras serpenteaba la ciudad y se saltaba varios semáforos.
Al llegar a su destino, Gala fue la primera en bajar. Atravesó las puertas automáticas con el corazón desbocado, cada latido resonando en sus oídos como un tambor. Su respiración era superficial, y las lágrimas nublaban su vista mientras se acercaba al mostrador de recepción.
— Ramsés Casablanca, por favor, señorita. ¿Puede darme noticias de él? — preguntó con voz temblorosa a la recepcionista, una joven de semblante amable que la miró con comprensión.
La mujer consultó rápidamente en su computadora, pero, antes de dar información, se aseguró de preguntar:
— ¿Es usted familiar del paciente?
— Soy su esposa — respondió orgullosa, y la joven muj