Isis sabía que tenía que dejar claro ese punto; ya casi estaba a punto de darle la razón a la voz de su conciencia: no estaba bien jugar con el Alfa Supremo.
—Nosotros no somos humanos, mi luna —la interrumpió el Alfa con seriedad, afirmando su posición—. Somos lobos. Los lobos, cuando encontramos a nuestra mitad, la reclamamos, y ella nos acepta. A partir de ahí, podemos besarla todo lo que queramos.—¡Estoy realmente impresionada con tu lobo, Isis! —escuchó la voz de su conciencia, y esta vez no sonaba burlona. Todo lo contrario; sonaba realmente impresionada con el Alfa.—¿De qué parte estás tú? —preguntó molesta. Había empezado a odiar que el Alfa todo el tiempo le recordara que no era humana, insistiendo en lo que era ahora.—¡Yo no soy una loba, es Ast! ¡Yo soy humana! —gritó, exasperada.