63. EL PROBLEMA DE MI LUNA
JACKING:
No me alejé mucho con Isis de mi hermana; no me gusta dejarla sola en medio de la noche. La observo mientras ella me mira seriamente. Me parece que su carácter ha cambiado. Está muy seria, y la siento molesta.
—Isis, ¿por qué estás molesta? —pregunto, sentado en el suelo no muy lejos de ella.
—No estoy molesta —me contesta sin mirarme.
—Sí lo estás, puedo sentirlo —le digo y agrego—. Además, tus ojos están rojos.
—¿Están todavía rojos? —pregunta, mirándome por primera vez.
—Sí. ¿Por qué no me dices qué te molesta? —me atrevo a preguntar.
Isis guarda silencio mientras resopla. No la presiono, porque conozco demasiado bien esa terquedad de mi Luna. Me quedo quieto, observándola. La tensión en su cuerpo es evidente; sus brazos están cruzados y sus dedos tamborilean con impaciencia contra su antebrazo, un gesto que he visto antes cuando intenta controlar sus pensamientos. Me doy cuenta de que no quiere hablar, pero eso no significa que no necesite que esté aquí.
—Isi