—Oliver —mis palabras acarician el nombre y por alguna razón, sé que me gusta.
El hombre me entrega el ramo flores y toma mi mano para ayudar a levantarme de la silla. Creo que han sido muchos días de hospital y salir ayuda a que vuelva a conocerme, pues lo veo e inmediatamente pensé en sexo, así que tal parece que soy de mente sucia.
¿Pero como no tenerla así con semejante monumento a mi lado? Me regaño mentalmente y solo le doy las gracias y le regalo una sonrisa.
En los primeros pisos del edificio, se pueden ver aún las marcas del atentado. Casi todo está arreglado, pero hay trabajadores retocando la fachada y al ingresar se siente ese olor característico de la pintura recién aplicada.
El apartamento al que ingresamos, me gusta, puedo decir, sin temor a equivocarme, que este espacio lo escogí yo y lo decoré yo. Recorro el lugar con la esperanza de que algún recuerdo vuelva a mi mente y algunas cajas con cosas a medio empacar llaman mi atención.
—¿Por qué tengo cosas a medio empa