Cinco semanas después.
Libia se convenció de que había encontrado algo de tranquilidad. Aunque su mente de vez en cuando divagaba con el recuerdo de Lison; pero su autocontrol, supuestamente estaba en aumento, pues pese a las ganas que tenía de marcarle y retractarse de haberlo alejado de su vida, no lo hacía.
La terapia no daba resultado. Lo peor de todo eso, es que ella se había vuelto a aislar y estar en otro lado, alejada de sus amigos y conocidos, no le ayudaba. A veces pasaba días enteros sin probar bocado, otros tantos se daba atracones de comida chatarra.
Ese día veía la televisión, cuando su teléfono comenzó a sonar, Libia fingió no escucharlo, no tenía ánimo de hablar con alguien.
«¡Qué tanta insistencia!», pensó con malhumor, pues no paraban de llamarla, y al parecer lo hacían de diferentes números. La chica rodó los ojos y de mala gana fue hasta su móvil, lo sostuvo entre sus manos, y se percató que Natalia también le había marcado, así que le devolvió la llamada. Al primer