Doy un grito ahogado unas horas más tarde cuando veo la gigantesca casa rodante que aparece frente a la clínica.
“¿En serio?”, dice Hank, cruzando los brazos sobre el pecho y mirándola fijamente, entre impresionado y asqueado por la extravagancia. “El kilometraje de esa cosa debe ser horrible...”.
“