Me acuesto contra las almohadas, pensando en toda la gente que conozco. Entonces, de repente, mi mente se detiene en el padre de Sinclair: Henry.
Jadeo. Me siento inspirada y agarro el teléfono. Tan rápido como puedo, busco su número en mi lista de contactos y lo llamo, cruzando los dedos y rezando para que conteste.
"¿Alo?".
"¡Henry!", grito. "Henry, tengo una gran idea. ¿Puedes ayudarme?".
…
Unas horas más tarde, la casa está llena de gente.
"Sí, esto es perfecto". Respiro hondo y