"Yo tampoco quiero lastimarlo", le digo a Sinclair, mi voz sonando como un simple chillido.
"Lo sé, pequeña". Sinclair me asegura: “Nunca pensé que quisieras. Son solo tus instintos. Me temo que ese sueño fue una bendición y una maldición: sabemos lo que eres ahora, pero tu loba también está luchando más para salir ahora que ha probado la libertad. Nos va a empujar a los dos, Ella”.
"¿Entonces qué hacemos?", pregunto ansiosamente. "¿Cómo la mantengo bajo control?".
Un gruñido bajo suena en mi